Autor: Elik G. Troconis

Hacerle al cuento

Hay escritores que consideran la novela como el culmen de la creación literaria. Olvidan que Borges, Poe, Inés Arredondo y muchos más fueron fieles al cuento. Y este género no es, como muchos piensan, una “novela chiquita”. El cuento tiene sus propias características y sus propios desafíos. El cuento se cuece aparte y eso es lo que pretendo mostrar en el taller “Hacerle al cuento”.

El ya referido Borges sentenció la cuestión en su libro Ficciones: “Desvarío laborioso y empobrecedor el de componer vastos libros: el de explayar en quinientas páginas una idea cuya perfecta exposición oral cabe en pocos minutos”. ¡Tómala! Ahora bien, la brevedad es una característica del cuento, pero este es un don que hay que trabajar mucho. (Haz tú mismo el ejercicio de preguntarte cuánto hablas a lo largo de un solo día.) Al contrario de ser un alivio (“¡Qué maravilla! No tengo que escribir tanto como en una novela”), la brevedad en la literatura es un reto: “¿Cómo digo todo lo que quiero en tan poco espacio?”.

Agustín Monsreal dice que el cuento encierra la posibilidad de concentrar verdaderamente lo que se quiere decir, no solamente en muy poco espacio,  sino también en “pocas situaciones y pocos personajes”. ¿Cómo, pues, con recursos tan limitados, podemos lograr la mayor de las proezas: hacer sentir o pensar algo a alguien que no verá más que nuestras palabras?

En el taller que empezará el sábado 25 de noviembre, nos dedicaremos a hacerle al cuento pero de verdad. ¿Qué es este género? ¿En qué se distingue de otros? Exploraremos sus elementos gradualmente con un poco de teoría, pero, sobre todo, comentando los textos de grandes autores. Así aprenderemos a construir tramas y estructuras narrativas, a elegir el mejor narrador, a delinear a nuestros personajes y hacerlos hablar, y a buscar usos más atrevidos de las palabras, la materia prima con la que trabajamos.

Los alumnos realizarán lecturas previas a cada sesión (algunas en formato escrito y otras listas para ser escuchadas). Asimismo, a lo largo de cuatro semanas, cada alumno irá trabajando en su propio cuento y las tareas de cada sesión estarán enfocadas en trabajar distintos aspectos del mismo. Una semana después del final del curso, los alumnos entregarán el cuento completado y, otra semana después, recibirán un comentario pormenorizado. Como pilón de este taller, los mejores tres cuentos serán publicados en la página http://www.elikgtroconis.com durante los primeros meses del 2024.

Este es un taller que he querido impartir desde hace tiempo. Hoy, con gran felicidad, se vuelve realidad con un programa maravilloso. En mi formación como escritor, he estado en los talleres de grandes narradores como Orlando Ortiz, Agustín Monsreal, Laura Elisa Vizcaíno y Geney Beltrán. Son autores y maestros a los que admiro, y cuyas enseñanzas he puesto en práctica a lo largo de años de escritura en libros como Tamaño realidad, Iluminaciones, Enigmas de la noche fría y Fantasías del terremoto. Ahora es tiempo de compartir esto con más escritores y con más curiosos que desean conocer qué es esto de hacerle al cuento.

Es cupo limitado y arrancamos el 25 de noviembre. ¡Escribe para registrarte o pedir más información!

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¡Lucy y yo cumplimos un año!

Sí, la escritora Lucy Zamora y yo estamos festejando nuestro primer aniversario. ¡De hacer juntos el podcast Y los sueños sueños son! De amistad contamos ya cinco. Y, aunque muchos a nuestro alrededor divertidamente creen que somos pareja, en esa cuenta no llevamos ni un día. Bueno, solo como dúo que ama hacer una cosa juntos: compartir la locura por la literatura.

En octubre de 2022, dimos juntos una charla por Zoom y recibimos aplausos de amigos y conocidos, que dijeron que hacíamos buena mancuerna. Entusiasmados, decidimos ponerlo a prueba. Así surgió Y los sueños sueños son. Al inicio experimentamos distintos formatos, desde los lives por Instagram hasta eventos presenciales en librerías de Madrid, como la Alberti, Pérgamo y el Fondo de Cultura Económica. Finalmente, en abril de 2023 encontramos el formato que más nos gustó: un podcast con su propia grabación de video.

Pusimos manos a la obra. En primer lugar, hicimos nuestro propio estudio (caracterizado por dos posters donde Audrey Hepburn y Paul Newman demuestran que “Reading is sexy”). Y, en segundo, compramos tripiés, micrófonos y todo el equipo para llevar esto al siguiente nivel.

Desde entonces, el tiempo se ha ido como agua. Sin sentirlo, hemos grabado ya 12 programas. Hemos hablado de grandes clásicos de la literatura universal, como El principito y La tregua. Y también de autores contemporáneos como Almudena Grandes, Juan Villoro y Rosa Montero. Incluso le dedicamos un programa entero a Annie Ernaux, la ganadora del Premio Nobel de 2022. También hemos grabado ya tres episodios en torno a series y películas que han aparecido en Netflix: Miércoles (o Merlina), La maravillosa historia de Henry Sugar (basada en un cuento de Roald Dahl) y La caída de la casa Usher (inspirada en la obra de Edgar Allan Poe).

Por otro lado, cuando las nuevas ediciones de autores como Agatha Christie fueron expurgadas a principios de 2023, dedicamos todo un programa a hablar de la censura en la literatura. Hemos tenido debates sobre por qué leer a los clásicos y también quisimos compartir un poco de todo lo que vimos en el Festival Verdial de Málaga, al que fuimos invitamos como talleristas, también en dúo.

Hoy, todos nuestros episodios están en YouTube y en Spotify listos para ser vistos y escuchados. Y como esos 40 o 45 minutos nunca son suficientes, subimos contenidos a TikTok y a Instagram todos los días. Ahí se pueden ver entrevistas con escritores como Héctor Abad Faciolince, Piedad Bonnett, Fernando Iwasaki, Brenda Navarro, Jorge Volpi, Socorro Venegas, Luis García Montero, Adrián Curiel, Daniela Tarazona, José Pulido, Mónica Ojeda, Pedro Ángel Palou y Jorge F. Hernández. Y también a editores y libreros como Juan Casamayor y Lola Larumbe.

Este primer año nos ha colmado de aprendizajes y de gratas experiencias. Lo que más nos emociona es la recepción de estos contenidos y que poco a poco el círculo de quienes escuchan y ven Y los sueños sueños son es mayor. Para las siguientes semanas tenemos reservadas muchas sorpresas para ustedes, tanto en la programación de los próximos episodios como en los contenidos que compartiremos en redes sociales. Estén atentos.

Gracias a todos aquellos que se han sumado al entusiasmo de este proyecto, como Emilio Carrillo, quien realiza la edición de las grabaciones y los contenidos de redes, y Francisco Carrillo, quien desde el inicio ha aportado grandes ideas. Gracias a los escritores, editores y libreros que han confiado en nosotros. Y, sobre todo, gracias a todos aquellos que escuchan el programa y lo recomiendan. Es por ustedes que el proyecto crece y los lectores somos más felices al conocer otras perspectivas.

¿Por qué leer poesía?

Soy de los pobrecitos niños a los que obligaron a memorizar en la secundaria que un soneto tiene 14 versos endecasílabos repartidos en dos cuartetos y dos tercetos; a repetir una y otra vez versos de Sor Juana sin entenderlos; a estudiar para el examen qué es un hipérbaton sin saber qué rayos importaba eso. Pero por fortuna también soy de los que después encontraron abierta la puerta para entrar a lo que de verdad es la poesía. Y así llegué a entenderla y, lo más importante, a disfrutarla.

Hay muchísimos prejuicios en torno a la poesía. Algunos dicen que es muy difícil, que no se entiende nada, que es demasiado cursi… Se piensa también que toda la poesía es romántica. Nada más equivocado. La poesía es un género que nos ha acompañado desde hace miles de años y que está presente en nuestra vida diaria. En verso se cantaron la Ilíada y la Odisea, y mucho tiempo después las hazañas del Cid Campeador. En verso se burló Marcial de las formas más inteligentes y vulgares en tiempos del Imperio romano, y siglos más tarde Quevedo se rio de la cara de Góngora escribiendo “Érase un hombre a una nariz pegado”. En verso escribió Calderón de la Barca que “que toda la vida es sueño, / y los sueños sueños son” y en verso Edgar Allan Poe dio vida al terrible cuervo. En verso lloró Neruda diciendo “Puedo escribir los versos más triste esta noche” y Gabriela Mistral se dolió por “las pobres muchachas muertas”. En verso fue escribiendo su desesperación Alejandra Pizarnik. En verso escribió Safo “el sudor me cubre, un temblor / se apodera de todo mi cuerpo” y también Bécquer sentenció que “poesía eres tú”. En verso están escritos los himnos nacionales. Y hoy cantamos canciones en verso, muchas de ellas inspiradas en poemas anteriores. Hasta José Alfredo compuso canciones en versos de seis sílabas cada uno; piensen simplemente en “El caballo blanco”.

Por eso, aquello de que “No me gusta la poesía” es una falacia; lo que pasa es que no hemos logrado entrar a ella. Es cuestión de aprender a apreciar, pues sus formas han cambiado, sus temas son infinitos, sus imágenes son potentes, sus palabras pueden ser claras y reveladoras. De la mano de un guía, este proceso puede ser todavía más bello y enriquecedor.

En 2022 lancé el “Curso de apreciación de poesía” y ahora llega su segunda edición. En este curso te acercarás a qué es y sobre todo qué ha sido la poesía; cómo la escribieron en distintas épocas y con qué propósito; qué formas ha adoptado con el tiempo; cómo se crean las imágenes; cómo se escuchan los ritmos y las rimas; cómo declamar un poema y emocionar a otros. En pocas palabras, aprenderás a apreciar para gozar cada verso. Un curso para lectores que aún no conectan con la poesía y también para amantes del género que desean disfrutarlo aún más.

La nueva edición del curso se llevará a cabo el sábado 23 y el domingo 24 de septiembre, de 17:00 a 20:00 hrs. Serán dos sesiones en las que, apoyados en una antología virtual, haremos un recorrido a lo largo de 2,500 años de historia de la poesía. Tenemos cupo limitado, así que si quieres más información, escribe al WhatsApp (55) 4254-5575 o al correo contacto.elikgtroconis@gmail.com.

10 frases favoritas de “La joya robada”

En las últimas semanas he recibido muchas impresiones sobre La joya robada por parte de lectores que van avanzando a través de sus capítulos o que ya terminaron la novela. Cuando platico con ellos, me gusta hacerles tres preguntas en particular: ¿quién sospechabas tú que era el asesino?, ¿cuál fue la escena que te dio más risa?, ¿cuál es tu frase favorita del libro? En esta entrada, quiero compartir a ustedes las 10 frases que más han gustado a otros. Lo que me encanta de la selección es que hay frases tanto de los momentos más cómicos como de los más tristes. Aquí van:

  1. Llorad cuanto podáis, que la tristeza abandona nuestro cuerpo por medio de las lágrimas. 
  1. Calla, ruin bellaco, hideputa bribón, inmunda rata, bestia de carga, rastrera serpiente, escoria malparida, almorrana del diablo. 
  1. Los delitos son una expresión de la condición humana, un estallido de los sentimientos. 
  1. Las ausencias también indican presencias, tanto como los silencios hablan.
  1. ¿Qué hay, mi señor, más mudable que la voluntad del ser humano?
  1. Hay que ir, por tanto, siempre a los fechos. Solo en ellos podemos creer. Todo lo demás es ilusión, una sombra, una ficción. (Punto extra para quienes saben de dónde vienen las últimas palabras. Pista: es un autor del Siglo de oro.)
  1. Sé quién soy hoy, sé qué siento, sé qué deseo; pero os ruego que no me preguntéis quién seré mañana, qué sentiré ni qué desearé ese día. No lo sé porque cambio, no lo sé porque el mundo cambia. 
  1. Aceptar las pérdidas es tan bueno al alma como abrir los brazos a nuevas venturas.
  1. Esto es tan verdad como que nadie se baña dos veces en el mismo río y que ningún caballero andante derrota al mismo gigante en dos ocasiones.
  1. Hemos de vivir nuestros años como si el mundo y sus elementos fueran para siempre, pero con la conciencia de que no lo son: así sabremos entregarnos sin mesura y sabremos también aceptar los finales.

Gracias, amigos lectores, por compartir conmigo lo que más les ha gustado de La joya robada. El detective don Quijote y yo nos regocijamos de saber que disfrutaron estas aventuras y las palabras en las que están expresadas.

En cuanto a mí, confieso que la 10 es mi favorita entre todas y también que río desbocadamente cada vez que leo la forma en que don Quijote insulta al asesino con la número 2.

¿Y usted, querido lector? ¿Usted por cuál de estas frases vota como favorita?

¡La joya robada aparece!

Oh brillante, oh ingenioso
don Quijote de la Mancha,
ya quisiera un detective
ser el filo de su espada.

Poema de Sherlock Holmes para don Quijote


¡Por fin, por fin, por fin! La espera fue larga pero finalmente presentamos La joya robada el sábado pasado. Este 1° de julio, más de 100 personas llenaron con sus risas el foro de la legendaria Gandhi de Miguel Ángel de Quevedo. Manuel Meza (gerente editorial de Santillana México), mi editora Lizbeth Alvarado y yo no podíamos creerlo cuando supimos que los ejemplares de la librería se habían agotado.

Foto de Marina Tlapalamatl


La velada fue de ensueño. Un libro no nace cuando la idea llega al escritor; ni siquiera cuando este termina de escribirlo o cuando el volumen sale de la imprenta. No: un libro nace cuando llega a las manos de un lector. Solo entonces podemos saber si está sano, si su carita es bella, si su espíritu contagia emoción. Por eso las presentaciones de libros son tan especiales: son el momento de la verdad, el instante en que el autor puede saber qué le dice su libro a otras personas.


A las seis en punto, Manuel, Liz y yo comenzamos a platicar sobre este libro en el que don Quijote se convierte graciosamente en detective e investiga un asesinato hace 400 años. Cómo se me ocurrió mezclar detectives y caballeros, qué retos implicó tomar a los personajes de Cervantes, cuánto debí investigar de historia, cómo me las arreglé para meter a sor Juana y a Shakespeare, qué autores policiacos influyeron en mí…


Después leímos a tres voces el capítulo 3, en el que don Quijote practica una “autopsia” al cadáver de la víctima de este libro. Pero, claro, imaginen ustedes qué tipo de disparatada autopsia practicaría nuestro caballero de la Mancha en su época. Seguimos con una trivia y alguien que conoce a la perfección el género policiaco se ganó un ejemplar de La joya robada. Para terminar, leí uno de mis pasajes favoritos del libro: el discurso de don Quijote sobre las relaciones humanas y sus finales. Confieso que casi lloro cuando escuché los aplausos.

Foto de Marina Tlapalamatl


Definitivamente, los libros nacen cuando llegan a otros oídos y otras manos. En estos primeros días he recibido mensajes llenos de emoción de todo tipo de amigos y lectores: quien no sabía que una presentación de libro podía ser tan emocionante, quien está disfrutando a don Quijote Holmes, quien no deja de reír con Sancho Watson, quien me pregunta qué edición del Quijote recomiendo porque ya se animó a leerlo.

En el libro hay cinco páginas enteras de agradecimientos, pero nunca son suficientes. Por eso quiero dar aquí brevemente las gracias a quienes me acompañaron durante la escritura del libro (fueron pocos los que confiaron), al equipo editorial de Santillana y a la Feria del Libro de León. Agradezco también haber recibido por esta novela el Premio Nacional de Literatura Fenal-Norma. Gracias a medios como TV UNAM y Radio STUNAM que han impulsado la promoción de este libro.


Y agradezco, sobre todo, a los lectores de esta aventura quijotesca. Ustedes son quienes hacen que todo importe. Verlos reír y disfrutar es la mejor recompensa. Más aún porque si ustedes no van a las presentaciones, si no recomiendan, si no comparten en redes o donde sea, los libros no llegan nunca a donde deben. Así que gracias por su apoyo y su confianza una vez más.

Foto de Germán Troconis Trens


Para quienes están lejos, les comparto la grabación de Gandhi. A quienes están en la Ciudad de México, les pido que estén pendientes de Instagram y Facebook porque pronto anunciaré una nueva presentación. Mientras tanto, pueden hacerse de su libro en Gandhi, El Sótano y Amazon.

Posdata: Sí, sí, Sherlock Holmes le escribió un poema a don Quijote. Y también Watson a Sancho y Miss Marple a Dulcinea. Encontrarán eso y más en La joya robada: capítulos verdaderos del crimen que investigó don Quijote de la Mancha.

¿Por qué rayos te gusta el “Quijote”?

Son muchos los que me lo han preguntado. Algunos con incredulidad y hasta indignación. Otros con sincero interés. Mi respuesta corta para todos ellos es: “Porque el Quijote tiene de todo. Porque es la historia de las historias”. Y sin hacerme esperar, les explico que tiene princesas y barberos, capitanes y pastones, combates y espectáculos, amores y desamores, locuras y corduras.

Grabado de Gustavo Doré

Como todos en este mundo, supe de la obra de Cervantes antes por dimes y diretes que por leerla directamente. Que si Sancho, que si Dulcinea, que si Rocinante… En la carrera, para la clase de Historia del libro y la lectura, leí los primeros cinco o diez capítulos, no más. Luego vi el musical El hombre de la Mancha en español y hasta en francés, pero seguía sin haber leído el texto original y completo.

El libro se asentó en mis manos ya de forma irremediable durante el año que tuve la beca de la Fundación para las Letras Mexicanas, gracias al curso que ahí impartió Emiliano Álvarez. ¡Pero qué cosa! Y, sobre todo, ¡qué risa! Cómo se divierte cualquier lector cuando entiende que a don Quijote se le seca el cerebro de tanto leer libros de caballeros y que es por eso que decide convertirse en uno. Y así, aunque su caballo esté desnutrido y sus armas maltrechas, sale a la aventura.

Pero va tan falto de sesos y tan confiado de que las historias de los caballeros que salvan princesas y combaten ejércitos ellos solos son reales, que pronto recibe golpes de realidad. Pelea con otros personajes y ahora el que queda maltrecho es él. Confunde molinos con gigantes, eso lo sabemos todos, pero hay episodios aún más cómicos. Cervantes es, en realidad, muy malo con su pobre don Quijote, pues constantemente lo pone en peligro y hasta se diría que al borde de la muerte.

Sancho se le une por ahí del capítulo 7 y entonces comienzan nuevas aventuras juntos. Asisten, por ejemplo, al entierro del pastor Grisóstomo y luego son testigos del magistral discurso de la pastora Marcela (para muchos, una de las primeras expresiones de feminismo). Más adelante llegan a una venta donde se hospeda todo tipo de personajes.

Imaginen: un sacerdote, un barbero que pretende ser escudero, un juez, su hija de 16 años, una mujer que se hace pasar por princesa, un capitán que combatió en Lepanto, una mujer musulmana… Poco a poco vamos conociendo la historia de cada uno. ¡Las cosas de las que uno se entera con estas historias! Llega un momento en el que ni siquiera nos acordamos de don Quijote, porque de hecho él no es mencionado en una muy buena parte de estos capítulos.


Además, el Quijote es un texto inteligentísimo y muy atrevido para su tiempo. Piensen que en la segunda parte (que se publicó 10 años después de la primera), Sancho se entera de que hay un libro que cuenta las aventuras de su señor. Sorprendido, va con la noticia a don Quijote y él también queda azorado. Pregunta si ese libro cuenta sus glorias, pero Sancho le dice que en realidad cuenta sus descalabros. Sí, sí, así como lo leen: los protagonistas de un libro cobran consciencia de que lo son. ¿No es eso fascinante?

A lo largo del tiempo, he leído y oído conferencias de grandes estudiosos como Margit Frenk y Fernando del Paso sobre el Quijote. He visitado dos casas museo de Cervantes en Alcalá y en Valladolid. He leído otros autores de su tiempo como Lope de Vega, Quevedo y Góngora. Poco a poco me he ido metiendo más al tema y cada vez lo disfruto más.


Desde 2021 dirijo distintos círculos de lectura. Hemos pasado por clásicos del siglo XIX, imperdibles del XX y ahora estamos con joyas latinoamericanas. Entre mis proyectos a mediano plazo está dedicar todo un círculo al Quijote. Sé que sucederá pronto.


Por lo pronto, algo que me tiene feliz y que quiero compartir con ustedes es la publicación de mi novela más reciente: La joya robada. ¿Qué tiene que ver con la obra cervantina? El subtítulo lo dice todo: capítulos verdaderos del crimen que investigó el ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. La novela ganó el Premio Nacional de Literatura Fenal-Norma, fue publicada por Santillana y ya está en librerías. Muy pronto, además, tendremos la primera presentación. ¿Se pueden imaginar a don Quijote investigando un asesinato hace 400 años? ¿Se pueden imaginar lo mucho que reirán con él y otros personajes cervantinos? No se queden con las ganas.

Portada de mi más reciente novela publicada.

Reflexiones literarias desde Málaga

“El sentido último de la literatura es crear comunidad”, escuché decir a Luis García Montero, poeta y director del Instituto Cervantes. Hace unos días, fui uno de los autores invitados en Verdial, Fiesta de la Cultura y las Letras Iberoamericanas. Gracias a la iniciativa de los escritores Jorge Volpi y Fernando Iwazaki, en Málaga, España, se dieron cita artistas como Juan Villoro, Brenda Navarro, Héctor Abad Faciolince, Piedad Bonnett, Pedro Ángel Palou, Socorro Venegas, Daniela Tarazona, José Pulido y Alejandro González Iñárritu. Mi querida Lucy Zamora y yo contribuimos con un taller para escritores de literatura infantil y juvenil, lo que nos dio oportunidad de compartir hotel, comedor y eventos con muchos de esos artistas, disfrutando y aprendiendo con ellos. En esta entrada de mi blog, quiero compartir algunas reflexiones a raíz de esos momentos de convivencia tan cercana.

Fernando Iwasaki en conversación con Sergio Ramírez, Premio Cervantes 2017

Al lado de García Montero (España), en una charla sobre la pérdida y el duelo, Piedad Bonnett (Colombia) afirmó que la literatura puede tener dos propósitos: incomodar y armar conversación. Las dos tienen un valor tremendo, pues hay muchos temas de los que no se habla y el arte tiene la capacidad de traerlos a la mesa para abrir el diálogo. Y por eso, terminaba García Montero, si bien hay una literatura que solo busca el entretenimiento del lector, también hay otra que lo pone en contacto con su realidad.

Por otro lado, autores como Héctor Abad Faciolince (Colombia) y Lina Meruane (Chile) hablaron sobre la enfermedad, pues algunos de sus libros proceden de experiencias de ese tipo. Refiriendo trasplantes, cirugías a corazón abierto e incluso la pérdida de la vista, discutieron sobre la antigua división del cuerpo, la psique y el alma. ¿Son tres distintos o uno solo? Héctor dijo que suele ocurrir que, cuando estamos bien, olvidamos que hay un cuerpo; pero en cuanto algo falla o duele, lo recordamos con pesar. La enfermedad suele ir relacionada con la muerte, otro tema clave en la literatura.

En muchos de los encuentros, los escritores coincidieron en que escribir es una especie de búsqueda hacia el interior, un intento de dar respuesta a interrogantes propias. Jesús García Calero (España), editor del ABC Cultural, lo resumió con estas palabras: “La buena literatura es conocer lo que no conocemos”. Lo es tanto para el escritor como para el lector. Después de un buen libro sabemos algo que antes ignorábamos: de nosotros mismos o de otros. Leer ensancha nuestro mundo conocido.

Fue sorprendente descubrir otros puntos en los que diversos artistas convergían. En un mismo día, por ejemplo, en dos salas muy alejadas una de la otra, Julia Santibáñez (México) y Luis García Montero citaron el “Romance sonámbulo” de Federico García Lorca, demostrando que hay textos que forman parte fundamental de la herencia literaria hispanoamericana. “Verde que te quiero verde. / Verde viento. Verdes ramas…”

Lucy Zamora y yo en medio de nuestro taller de literatura infantil y juvenil

Una entrada de blog no alcanza para compartir con ustedes que me leen la experiencia completa de Verdial. Por eso, Lucy y yo hemos dedicado a ello un capítulo de nuestro podcast “Y los sueños sueños son”. A partir del 22 de mayo, podrán escuchar en Spotify y ver en YouTube una charla con mucho más de este festival. Y si nos siguen en TikTok y los dos canales de Instagram, además encontrarán las entrevistas que hicimos a aquellos colosos de las artes. Agradecido de esta tremenda experiencia en Málaga, me alegro de compartirla con ustedes en tantos formatos distintos. No se lo pierdan.

El derecho a decir «No me gusta Borges»

Fotografía de Jorge Luis Borges, tomada de la BBC.

Nuestra aventura más reciente en el círculo de lectura es el famoso ciego de Buenos Aires, el autor del inolvidable cuento “El Aleph”, el reseñista de libros inexistentes, el hombre que dijo “soñé esta mañana que me moría, sentía una gran sensación de alivio”. Nadie más y nadie menos que Jorge Luis Borges.

Mi primer contacto con sus cuentos fue durante la carrera. Primero cayó en mis manos “La muerte y la brújula” —que leí cabeceando de sueño— y luego “La casa de Asterión” —que me conmovió profundamente—. Pero fue hasta la maestría cuando realmente me puse a leerlo con el lápiz en la mano. Me enfrenté a su libro Ficciones, empezando por “La biblioteca de Babel”. Quedé impresionado por la cantidad de ideas tan deslumbrantes que sentía llegar a mi mente, a la vez que percibía la curiosa —y preciosa— sensación de que había muchas cosas que me pasaban inadvertidas porque no conocía todas las referencias. 

Luego leí el dificilísimo de pronunciar “Tlön Uqbar Orbis Tertius”, donde el narrador habla de un libro que no existe con tanto detalle que te hace pensar que tiene que existir. Dentro del cuento vi nombres conocidos, como el de Alfonso Reyes y Bioy Casares, y fui entendiendo los mecanismos que Borges usa para despistarnos, para hacernos confundir realidad y ficción. En otras palabras, las estrategias que usa para reírse de lo tradicional, de lo “legítimo”, y para carcajearse con todo aquel que entienda su juego.

A los pocos días llegué lentamente a “El Aleph”. Hubo pistas que no entendí (¿qué rayos tenía que ver la tal Beatriz Viterbo con todo el asunto?) sino hasta tiempo después, conversando con un amigo amante de Borges —quiero decir, de su literatura—. Comprendí que a Borges había que leerlo con paciencia, con el afán de hacer una autopsia de sus textos, de ir removiendo capas hasta dar con lo esencial. Ese mismo cuento me enseñó algo más sobre Borges: que es un seductor de mentes.

Curiosamente, en ese tiempo releí paralelamente El llano en llamas, de Juan Rulfo. Al leer a estos dos autores al mismo tiempo, me percaté de una diferencia sustancial: Rulfo me llegaba al corazón; Borges al cerebro. Con Rulfo, la frase “¿No oyes ladrar los perros?” me hacía sentir el mismo agotamiento que quien la pronunciaba y la súplica “Diles que no me maten” me hacía experimentar el miedo a ser fusilado. Sentía en las entrañas: con Rulfo sentía algo absolutamente emocional.

Borges, por el otro lado, me impresionaba intelectualmente. Cuando se arranca a enumerar todo lo que vio en el Aleph, en esa especie de microcosmos que contiene todo lo existente, enlista elementos en los que yo jamás habría pensando (“vi la circulación de mi oscura sangre, vi el engranaje del amor y la modificación de la muerte”), pero sobre todo comete la osadía de decir estas tres palabras: “vi tu cara”. ¡Wow! Rompió la cuarta pared y, en medio del caos que está enunciando me dice, quitado de la pena, que me vio a mí. ¡A mí! 

Es el mismo tipo de impresión que se siente al leer “El jardín de senderos que se bifurcan”, cuando llegas a la línea que dice “El porvenir ya existe”. ¡Por Dios! ¿El futuro, que no ha ocurrido aún —por eso es futuro— ya existe? ¿Dónde? ¿Cómo? ¿En qué tablilla está escrito? Son frases que podemos pasar de largo si no abrimos bien los ojos o si buscamos otras cosas en los cuentos de Borges. Para mí es eso: un cúmulo de sorpresas intelectuales. Y, como soy de esas personas que se sienten atraídas por lo cognitivo, yo no puedo evitar derretirme con Borges.

Bueno, con muchos de sus cuentos, no todos. No quiero idealizarlo. Y acepto que formo parte de un tipo particular de lector y que hay muchos a quienes esas sorpresas retóricas, literarias o conceptuales no les significa nada. Yo aplaudo a quien lee a Borges concienzudamente y dice “No me gustó”, también quitado de la pena, porque siempre he defendido que todo lector tiene el inalienable derecho a decir que un libro o un autor no le gusta, sea quien sea, haya recibido los premios que haya recibido. Porque al final eso es la lectura: conocer a otros a través de sus palabras y ejercer la crítica sobre ellas. Pero, por supuesto, para juzgar antes hay que leer y hay que hacerlo bien, hasta sus últimas consecuencias. Hay autores y libros para todos. Nosotros hemos venido a esta vida a conocer y disfrutar a todos los posibles.

Deja de decir que no tienes tiempo para leer y admite que no te haces el tiempo para ello

Pintura de Newell Convers Wyeth

En ocasiones me siento como un fraile, uno que se desvive por llevar no la palabra de Dios, sino el evangelio de la literatura hasta el último rincón de la Tierra. Constantemente converso con amigos y conocidos sobre el acto de leer. Algunos son apasionados y la conversación se da naturalmente. De un momento a otro, ya estamos hablando sobre nuestros autores y obras favoritos. Otros son lectores nuevos o no tan entusiastas, pero siempre hay un libro en común del que podemos hablar. Sin embargo, hay cierta clase de personas que se rehúsa a todo intento de ser bautizada: quienes dicen que no tienen tiempo de leer. Lo entiendo, porque a mí también me pasó en cierta etapa, pero el tiempo me ha hecho ver que esa frase es una enorme mentira.

Con paciencia franciscana, yo intento escuchar las razones por las que aquellas personas no leen. El trabajo es la más común. “Pf, estoy hasta el tope de trabajo; no me da tiempo de nada”. Otros hablan de la familia, sobre todo quienes tienen hijos pequeños. Y luego están los que tienen más pasatiempos que dedos, que brincan de un lado al otro en un mismo día para llegar a la clase de boxeo y después a la de pintura y al final a la de cocina. Pero para leer no, para eso no tienen tiempo. Aunque, como dicen ellos, “cómo quisieran tenerlo”.

Séneca declaraba que el único dueño de nuestro tiempo somos nosotros mismos y que, dentro de cierto margen, somos capaces de elegir a qué lo destinamos. Haciendo a un lado las obligaciones de las que no podemos librarnos de ninguna forma (incluyendo el tiempo que dedicamos a nuestras relaciones como la familia, la pareja y los hijos), a todos nos queda una buena cantidad de tiempo al día. Sí, bastante buena si hacemos las matemáticas. Y podemos decidir qué hacer con ella. La primera elección quizá sea si se la dedicamos a otros o a nosotros mismos. ¿Seguir trabajando, salir con amigos, hablar por teléfono, escribir por WhatsApp? ¿O mejor hacer algo que nos llene a nosotros mismos? Lo que sea, pero para nosotros: hacer ejercicio, dar un paseo, cantar, pintar, ver una película…

Es cierto que muchas veces, ya que dimos el primer paso de decidir darnos nuestro propio tiempo, caemos en lo más fácil: como ponernos una serie de 100 capítulos que llenará nuestro siguiente mes o como deslizar el dedo por las redes sociales hipnotizados por frases cortas, imágenes y videos fugaces. Eso no requiere ningún esfuerzo y, en cambio, suprime eficazmente el tiempo de encuentro que tenemos con nuestro yo más profundo y nos evita pensar sobre nosotros mismos.

Y claro, cuando venimos a ver, ya es noche, ya es muy tarde, ya no hay tiempo para otras cosas. Mucho menos para leer. Pero no pasa nada: leer no es urgente, nadie se ha muerto por no leer. Puedo hacerlo mañana. O pasado. O la próxima semana. Y total, si no lo hago, no pasa nada… Y así vamos dejando la lectura, posponiéndola o, mejor dicho, anulándola.

Ya en la entrada anterior cité a Borges diciendo que no se puede obligar a nadie a ser feliz (pues yo estoy convencido de que la lectura nos hace más felices), pero mi vocación evangelizadora me obliga siempre a intentar dar un empujón a quienes aún no han entrado al mundo de la lectura. ¿Cómo empezar a darnos nuestro propio tiempo para leer? Lo primero es fijarnos una meta. Hace unos años, yo mismo decía que no tenía tiempo para leer más que aquello que era parte de mi trabajo como escritor y como docente. Pero decidí que leer por placer me gustaba tanto que lo haría siempre al despertar y al acostarme. Mi día empezaría y terminaría con ese placer. ¿Cuánto? Al menos dos páginas. A veces leo un cuento completo o un par de capítulos, pero las dos páginas las cumplo siempre. Incluso cuando estoy muerto de cansancio me esfuerzo por mantener ese hábito.

Después de intentar con otros horarios, para mí esos dos son los mejores porque a lo largo del día se pueden presentar muchas situaciones fuera de nuestro control que afecten nuestro tiempo de lectura. Pero cada persona puede adaptar esto a su forma de vida. Y puede fijar cierto tiempo en lugar de una cantidad de páginas o encontrar otro tipo de metas.

Un mecanismo más que resulta muy útil es leer con otra persona o incluso con todo un círculo de lectura. Compartir las lecturas en tiempo real con otros apasionados es un buen impulso para mantener nuestra disciplina. Así lo disfrutaremos aún más. Y veremos que cambiamos las conversaciones sin importancia por las pláticas sobre los mundos fantásticos que estamos viviendo.

A mis círculos de lectura llegan personas por su propia cuenta, pero también hay grupos enteros de amigos, hermanos, parejas de novios o de esposos y hasta padres y madres con sus hijos. Entran juntos y muchas veces organizan un tiempo de lectura colectiva en casa. Todos ellos se dan su espacio para leer y respetan la lectura del otro. (Porque eso también pasa a veces: que cuando alguien te ve leyendo piensa que no estás haciendo nada y te interrumpe sin el menor empacho. Pero ese será el tema de la siguiente entrada.) Todos juntos leyendo cada quien por su lado, un oxímoron precioso.

Concluyo ahora. Leer es un placer, es nuestro placer. Y así como nos damos tiempo para respirar y comer, podemos hacernos tiempo para vivir otras vidas a través de los libros. Hay formas de hacerlo, no cabe duda. Podemos empezar por estas sugerencias. El que no lee, no es porque no tenga tiempo, es porque no se da el tiempo. En otras palabras, el que no lee es porque no quiere.

Leer es sinónimo de felicidad

“La lectura debe ser una de las formas de la felicidad y no se puede obligar a nadie a ser feliz”, decía Borges. Leer es abrir la puerta a nuevas experiencias, dar la mano a nuevos personajes, comprar boletos de avión a nuevos destinos. Yo no cambiaría por nada una hora de lectura, en silencio o con un poco de jazz, con café o con chocolate caliente, con una cerveza y unas buenas aceitunas. Leer es un placer que enciende todos los sentidos y dispara la imaginación. Por eso, nadie tiene que leer, pero quien lo haga será feliz.

Muchos saben que les gusta leer, pero saben también que no encuentran el tiempo suficiente en medio de la vorágine diaria. Escuela, trabajo, familia, cuentas, pendientes… da la medianoche y otra vez no leí una sola página. Será mañana. Y nos convertimos en la persona del mañana. Y los libros se entristecen, incluso se enojan porque, otra vez, sus páginas no vieron la luz y sus personajes no cobraron vida.

Y está otra cosa: que si logramos leer, no tenemos con quién compartir. A diferencia del teatro o el cine, la lectura hoy en día es una actividad solitaria. Así que la emoción se nos va acumulando dentro de las mejillas página a página, pero no tenemos con quién desembucharla. Nadie lee el mismo libro que nosotros al mismo tiempo y, si acaso lo leyó antes, seguramente ya no recuerda el diálogo que nos ha fascinado esta tarde.

Así, la falta de tiempo y la soledad se yerguen como dos molinos que combaten contra nuestro intento quijotesco de leer hasta que se nos seque el cerebro. ¿Cómo enfrentarlos? Quizá… ¿Qué tal si hubiera un mecanismo que nos obligara a hacernos el tiempo y que a la vez nos diera amigos lectores? ¿Qué tal si volviéramos a leer como antes, en comunidad?

Los círculos de lectura son espacios perfectos para esto. En los que yo dirijo desde 2021, leemos un libro al mes. Vamos comentando impresiones y sorpresas a través de nuestro grupo de WhatsApp y al final tenemos nuestra reunión virtual para dedicar dos horas enteras a comentar la lectura con detalle.

Además, es un curso en el sentido de que exploramos al autor y su contexto, con el fin de entender qué significó la obra en su momento; y también evaluamos su trascendencia en nuestros días. Todos somos lectores, estamos ahí para disfrutar más los libros y para compartir nuestro amor por la ficción.

Este año tendremos dos menús para elegir, uno con lecturas imperdibles del siglo XX y otro con joyas latinoamericanas. Arrancamos el 8 de febrero. Si lo que quieres es leer este 2023, ¿qué estás esperando?